A dos años del anuncio en Argentina, repasamos cómo es la profesionalización del fútbol femenino a nivel regional.
Durante la Copa Conmebol Libertadores 2020, hemos visto competir a equipos de Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, Bolivia y Paraguay contra los rivales argentinos. Detrás de cada uno de esos planteles existen diferentes realidades que van de la mano con el amateurismo o el profesionalismo de cada país. Es imposible evitar comparar estos panoramas con la situación actual del fútbol femenino en Argentina.
El 16 de marzo de 2019, Claudio Tapia y Sergio Marchi anunciaron el proyecto de “profesionalización” del fútbol femenino. Pasaron dos años de aquel momento, y la pregunta que nos hicimos sobre si era un proyecto a largo plazo o un parche impulsado por la lucha de las jugadoras, aun sigue sin respuesta.
Los clubes debían tener al menos 8 contratos para formar parte de la Primera División. Esa exigencia mínima con la que sabemos que ningún equipo completa titulares y suplentes, será de 12 contratos para el próximo torneo.
En Boca, por ejemplo, registraron a todo el plantel, mientras que en Gimnasia y Esgrima La Plata, River y San Lorenzo contrataron a 23 jugadoras. Situación poco habitual que no se cumple en los otros 15 clubes que integran esta categoría. De cualquier manera, el fútbol sigue sin ser la actividad de las jugadoras para subsistir.
En cuanto a los demás países de la región, en Chile el fútbol femenino no es profesional. Solo 2 de 34 clubes tienen a 21 jugadoras contratadas en una liga que es amateur: Santiago Morning y Colo Colo. En esta Copa hemos visto a dos representantes. Por un lado, Morning tiene 21 jugadoras contratadas y por el otro, Universidad de Chile tiene solo 5 contratos, pero cuenta con un proyecto a largo plazo. Las primeras firmas ocurrieron en febrero de 2019, año en el que se llevó adelante la campaña #NosotrasJugamos y #EllasJuegan.

Brasil es el máximo exponente de la región. De 16 clubes que participan de la liga local, 10 son profesionales. Es decir, sus jugadoras se dedican al deporte como medio de vida. Por ese motivo, el nivel futbolístico que hemos visto a lo largo de la competencia. Tanto Corinthians, como Ferroviaria y Avaí Kindermann tienen estructuras totalmente profesionales. Sus atletas tienen contratos de trabajo y de imagen con los clubes. Los otros 6 clubes si bien no cumplen con la misma estructura y tienen sueldos menores, les brindan a sus jugadoras una mensualidad y alojamiento.
Esto no se generó de un día para el otro. En 2017, entre CONMEBOL y la Confederación Brasileña de Fútbol firmaron un documento que obligó a los clubes masculinos a tener fútbol femenino y a exigirlo si quieren jugar su Copa Libertadores. Finalmente se aplicó en 2019. Nuevamente hablamos de una obligación, más que de un compromiso. Lo mismo ocurrió con la igualación de sueldos en ambos planteles de la Selección brasileña
En Colombia, la liga empezó a jugarse por primera vez en 2017 con 16 equipos. Sucedió algo similar a Argentina, se anunció la profesionalización, pero la realidad dista mucho de esa situación. Para el 2019 fueron 20 los equipos participantes. No solo aumentaron las participantes, sino también el apoyo por parte de la sociedad (Video de Nathalia Prieto – Fémina Fútbol Colombia). La final de aquel año se jugó en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín con más de 28 mil espectadores que bajo la lluvia se hicieron presentes para alentar a su equipo.
En Paraguay el fútbol no es profesional actualmente. Pero a diferencia del resto, Paraguay tiene un plan a largo plazo para que en 2026 cada plantel tenga 18 jugadoras contratadas. A partir de este año, debe haber 3 contratos como mínimo en cada equipo. Para el 2022 deben ser 6, para el 2023 deben ser 9 y así sucesivamente para completar las 18 entre titulares y suplentes.
Bolivia a diferencia del resto de los países, no cuenta con un torneo oficial y mucho menos con un fútbol femenino profesional. En cada ciudad se juega un torneo de un año y luego las ganadoras se presentan al Simón Bolívar, un torneo eliminatorio realizado en tan solo una semana. Durante el 2020 y en lo que va del 2021, no hubo competencia en Bolivia.
Por último, en Venezuela ocurre algo similar. El fútbol femenino tampoco es profesional. Allá existen dos ligas. Una Liga Nacional que tuvo sus inicios en el 2003 y continúo hasta el 2017 siempre de manera amateur. Y otra que se generó ese año llamada Superliga. Esta nueva competencia llegó para ser profesional y dar el cupo a la Copa Libertadores, pero ante la falta de planificación y de inversiones, eso nunca sucedió.
A excepción de Brasil, la situación es bastante similar en América Latina: las jugadoras hacen esfuerzos aquí y allá para poder jugar a la pelota. Las brechas salariales entre clubes de una misma liga ocurren, así como la falta de proyectos a largo plazo. Tras este análisis, podemos concluir en que el fútbol femenino no es profesional.
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